Hay quien presume de hacer en el microondas un foie excelente o un besugo a la espalda extraordinario. Los adjetivos son indispensables. No te pueden decir tranquilamente que han hecho foie o besugo en el microondas, porque sin más explicaciones, la oyente gourmet no se quedaría en un educado escepticismo y la incredulidad sería inevitable, si no el simple desprecio (también educado, por supuesto. Una oyente gourmet es educada por definición, a pesar de las cosas que hay que oír a veces).
Mientras la olla a presión provoca impresiones familiares, el empleo del microondas deja en mi alma de cocinera un rastro de indignidad. Indignidad desde el punto de vista culinario y melancolía desde el punto de vista afectivo. El microondas es triste. El microondas es incompatible con alegres comidas de mantel a cuadros y vino tinto en vaso. El microondas tiene que ver con alimentos preparados en fábricas, extraídos de plásticos y consumidos en solitario frente al televisor.
Las recetas para microondas me dejan perpleja a veces. Para qué ese trasiego de bandejas extrañas, ese mete en el horno, saca, tapa, remueve… ¿para que finalmente los bordes se desintegren? Algunas son tan absurdas que emplean más cacharros y más tiempo que con el método tradicional. Y todo para un resultado mucho más incierto. El besugo a la espalda es un buen ejemplo de eso. De lo que se es capaz a veces con tal de no manchar una sartén.
Se me objetará que es práctico para descongelar. No digo que no. Pero lo cierto es que se sabe que es mejor el descongelado lento. El microondas, no nos engañemos, siempre acaba teniendo algo que ver con imprevistos, emergencias, olvidos, comida hecha a toda prisa, en muchas ocasiones maltratada. En la cocina, cuando oigo lo de práctico a veces siento miedo.
¿Y para calentar? Pues sí, pero siempre es un recalentado un poco miserable, taza a taza, plato a plato. La familia coincide en la cola del microondas, y no en la mesa alrededor de una fuente humeante. No es que diga que sea así siempre, pero el café del microondas parece un café para tomárselo casi con la cartera en la mano, camino del ascensor. En cuanto al café, hay unanimidad en que tiene que ser recién hecho, pero quién se acuerda ya de esa leche calentada al fuego hasta que empezaba a salir espuma. Había que frotar el cazo después, pero sabía mejor. Uso el microondas para calentar leche, vale, sí. Pero cuando tengo que recalentar algo importante: un guiso, una salsa, entonces no. No sólo no recalienta bien, sino que además tarda mucho. Que levante la mano el que no se haya aburrido intentando recalentar en el microondas un plato de lentejas de la nevera y no haya terminado por pasarlas al fuego.
Pero como todo tiene excepciones, aquí va una receta de compota de manzana en el microondas que queda muy bien. No es que se tarde menos, ni que quede mejor, sino que también se puede hacer así y a veces es útil si tienes los fuegos ocupados con otras cosas. Y manchar, se mancha lo mismo: 1 cacharro, 1 cuchillo, 1 exprimidor, cuchara, botes. Ah, no, no. Perdón, en el microondas se usa además una tapa 😀
Y es que aunque lo usemos mucho, a lo mejor resulta que el microondas no sirve para nada…